Paseo bajo el sol {JustinB}

Floyd, Floyd, Floyd...¿Que tenía ese perro que me volvía loca? Tal vez eran sus extraños ojos azules, o su precioso pelo gris, o su inmensa capacidad amorosa propia del cachorro que era y con la que me sentía tan identificada. Fuera como fuere aquel perro me encantaba. Bien era verdad que cualquier perro era capaz de embelesarme, de ahí la creciente manada que criaba en mi casa, pero mi reciente anquisición tenía algo, esa cosa especial que me hacía mimarle más de lo necesario, casi cómo si fuera mi hijo. A mucha gente le parecía tedioso sacar de paseo a su perro, a mi no me molestaba en absoluto, es mas, adoraba sacar a Floyd de paseo, que era pecisamente lo que estaba haciendo aquel Miércoles por la tarde.

Era un día caluroso, típico de aquella época del año, y el parque Griffith no se salvaba de aquel aire abrasador. ¿Por qué elegir un lugar cómo ese para pasear a Floyd? A pesar de tener que acceder a él en coche, me agradaba estar en ese lugar, era cómo si me escapara a otro mundo, lejos de todo el bullicio Californiano. Afortunadamente no había mucha gente en el parque aquella tarde, lo que me ahorró molestias. En esos momentos toparme con fans y fotógrafos no era lo que mas me apetecía, ya tenía que lidiar con ello cada mañana nada más salir de casa. Jamás fallaban, todos los días a las siete de la mañana ahí estaban, esperando a que mi coche salga por la entrada de la finca para disparar con millones de cegadores flashes. Cada vez encontraba aquella actitud más ridícula. ¿Qué tenía de interesante ver a Miley Cyrus saliendo de casa para ir a trabajar? Al parecer, para los papparazzis aquel tribial suceso tenía mas importancia que la tragedia noruega. Patético.

El sol lucía y calentaba mas que otros días, lo que me recordaba lo poco que había estado en la playa aquel verano. Miré de reojo mis brazos, que se dejaban ver gracias a la camiseta de tirantes que llevaba, y comprobé tristemente que su color se acercaba peligrosamente al de la leche. Automáticamente pasó que tal vez trabajaba demasiado. Descarté rápidamente aquel pensamiento de mi cabeza. No, teniendo un trabajo cómo el mío jamás se trabajaba demasiado, debería estar agradecida por cada minuto que pasaba en el trabajo. Solté a Floyd de su correa, sabiendo que no se alejaría mucho, y me senté en un banco de cara al sol, con las lentes puestas, aprovechando aquellos rayos de finales del verano.